el miedo amagó con su desgracia,
y lo único que quedaba
la herencia de todos los sentidos
ya no pudieron seguir latiendo tranquilamente
en los pensamientos perdidos.
Me duele la sangre de los muertos
de aquellos que no fueron queridos
que solo les quedan sus plegarias de pánico
para descreer de este mundo escondido
vivimos ante un espejo de mil formas
de grandiosas letras prohibidas.
Quisiera poder condoler tu sufrimiento
pero ellos los otros, me están observando,
detestan a la enfermedad de la conciencia, la poesía
para ellos es como un rezago de tiempos anteriores
viejos sueños dorados
ocultos de los placeres más hipócritas.
Me estoy quedando sin invierno
mucho antes de que llegue la primavera
ya han emigrado las mariposas a los oyameles
y nunca más volverán a casa entre la niebla,
morirán en el intento de la noche
me hundiré simplemente con ella.
No entiendo porqué el sol cae con tanto aplomo
como queriendo marchitar de un tajo a las rosas,
pienso que algo se está quebrando en todas partes
y la oscuridad de la noche solo cala con su frío,
hasta el tuétano de mis huesos sientes las ruinas
de lo que fue el pasado en su abundancia.
Me enseñaste a contemplar a todos los árboles
hasta lo más alto de sus grandes historias,
me enseñaste a cantar quedo cuando baja la marea
y así poder borrarme en la nostalgia
hasta olvidarme de las penas
no importa que el silencio sea una noche bohemia.
Seguiremos intentando latir por esa poesía
sin importar cuanto nos duela
lo haremos hasta que sientas mi último verso
y yo estaré ahí
para ti para siempre
hasta mi último poema.
Poesía
Miguel Adame Vázquez.
06/11/2017.
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