Es tiempo todavía
de leerte entre mis sombras y descifrar tu hastío,
de recordar tu rostro borroso
en una palabra que no se resigna.
Es tiempo todavía
de caminar de puntillas
para no despertar por el odio
del quien nunca te mira.
Es tiempo todavía
porque nunca soñaste con la muerte
solo pediste perdón por los brazos negados
y las ofensas continuas.
Es tiempo todavía
de recordarte esa imagen querida,
entre los años que se duermen
en un antiguo invernadero de rosas marchitas.
Es tiempo todavía
de filtrar las miradas, donde todos caminan
en donde nadie se detiene, porque todos avanzan
hasta el final de sus días.
Es tiempo todavía
de recoger las hojas caídas
de un insólito invierno
de caricias curtidas.
Es tiempo todavía
de consolarte con hechos
y no con mentiras
de desvanecer con besos las cicatrices heridas.
Es tiempo todavía
de amortiguar el peso con menos remordimientos,
de continuar con el paso ahora lento
y detenerme a aceptar lo que verdaderamente siento.
Es tiempo todavía
de sujetar tu mano curtida por tanto sufrimiento anegado
en una oscura soledad infinita
por las escasas sonrisas de tu sequía.
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