No he quedado solo
con novecientos poemas,
pudiera si lo quisiera
evocar el fin de esas tinieblas.
Golpear con fuerza
el mármol frío,
con la última palabra
ser más que sombras
de un discurso
impronunciable y vendido.
No he quedado solo
con los años lejanos
esos que desconocen
a la mesa del centro
que sostiene con orgullo
a los libros del ombligo del mundo.
Lentamente
he avanzado por el túnel,
no tengo aún el escalofriante abandono
tampoco miedo o un triste martirio.
La ira nunca enciende
la hierba cuando hace frío,
a nosotros nos ha tocado
una generación violenta
y sin ningún sentido.
Espadas y silencios
de un ruiseñor perdido,
no tengo angustia
con mis novecientos poemas
soy como un niño.
Extraño a la primavera
con sus primeras estrellas,
ellas saben solas
dónde está su eterno camino.
No rechazo el privilegio
de narrar el pasado,
no tengo memoria
para llover en lo que ya está mojado.
Me gusta ser la ilusión
entre los escombros del nido
aunque sea un silencio inútil,
siempre será una noche plena
cuando estoy alegre
es que estoy contigo.
No he quedado solo
en la guerra perdida,
donde quiera se desmenuzan
poco a poco todas las mentiras.
La riqueza consta
de las virtudes humanas
cuando el poeta habla
la tierra se calma,
donde nace el poeta
los barcos encallan.
Novecientos poemas
los retóricos ganan,
me siento a verlos
contar de sus triunfos,
no siento nada con ellos.
Prefiero escuchar
los pequeños versos
que cantan su canción conmigo.
Tengo los ojos abiertos,
la potencia del grito
y un poco de ese dolor de aullido,
el poeta crece
cuando creces conmigo.
Él Mute
19/02/2020.
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