Lo que fuimos
vértices de un ocaso,
lúgubre recuerdo
de una brumosa tristeza.
Fuí náufrago de un ataúd de palabras
que nunca quisiste decir,
damnificado de una noche perdida.
Mi carne Fue una lápida tibia
atormentada en la herida,
desgarrada en el vacío que gritaba,
eres mi estrella más amada.
Me he quedado en el galope
de unos brazos extendidos,
en la voz que muerde
un amor enfermo y delirante.
Somos lo que nunca quisiste
y llegó el invierno
con el amor que llamaba.
Enfureció terrible el amor,
pareció que valió la pena vivir
si ya no estabas.
Mañana será terrible,
gritaré que estoy perdido,
aún así en el drama
en las hendiduras entra el sol.
En el tuétano infame de mi indolencia
aprenderé a amar,
gritaré al mundo que es una basura,
no pasará nada.
Mi balance mortuorio tiene vida,
sigo escuchando voces internas,
corceles voladores sin alguna pradera.
Tus palabras crudas
carcajadas intensas en su silencio,
que importa
el frío atormenta como quiera.
Maquinista.