A ninguna parte,
nunca tuve tiempo
para que las lágrimas llenaran el cielo.
Confieso que se fue la vida
en una pincelada
de gaviotas y cielos azules.
También a veces la noche
fue oscura,
el agua negra y la piedra dura.
Siempre tuve las aves que vuelan
el amor en la sangre de un poema,
sí que fuí feliz.
El viento nunca es tan vacío
y la estrella tan fugaz,
la víspera siempre será mejor
con un instante juntos.
Hablemos en verso
ocultarnos de la noche,
aunque nunca vayamos a ninguna parte.
Yo se que mi silencio
es panorámico ante el delirio
de las caricias de tus ojos
y con eso me quedo.
Mi eternidad es mía
como la sonrisa de la vida
que vino a buscarme.
Vamonos a las flores
con los arrecifes de coral
y seremos piratas.
Mi voz se queda
adormeciendo el eco de la ausencia
con tanto ruido y redes sociales.
En cincuenta años
habré sabido a donde estar,
que tu mirada sea combustible
de mi última palabra.
Mi poesía vivirá para siempre.
Maquinista Mute
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