¿Quién soy yo para juzgarte?
solo sabes amar,
aún así los años
han sido crueles contigo.
Dios no tiene la culpa,
la naturaleza de la vida
no se detiene,
no puede detenerse.
Transcurre,
borra el sacrificio
ese que duele,
no pienses,
solo siente.
Cierra los ojos,
olvida,
respira,
respira hondo.
Hasta que al contener el aire
sientas que explota,
sólo tose.
Que explote,
no pasa nada
la tierra seguirá ahí.
Tal vez en alguna parte incendiándose,
tal vez en alguna otra parte
ahogándose.
¿Quién eres tú para juzgarme?
¿para juzgarte?,
motita de polvo despierta
que vales mucho.
Eres un granito de arena de mar,
brillante,
colores de un arcoiris.
Tu sabor es de profundidad
de olas agitando los sueños.
Naciste
sigue adelante,
quisiera llevar tu carga
pero no puedo.
Solo sé amarte,
instantáneo,
como un nacimiento
que fluye de un manantial.
Así te recuerdo,
entre calor tropical
en un bochornoso día.
Estabas ahí,
con la sombra de las plantas
que crecían felices por tu agua.
Por eso de daban su sombra,
esa que hacía que tu agua
estuviera fría,
toda la vida
brotando desde tu nacimiento.
Yo no hallaba la manera de contenerte,
solo tenía para ti mis dos manos,
nunca fueron suficientes.
Aquella vez salí corriendo,
miedo que la vida que dabas,
quisiera quitarme la mía
que apenas comenzaba.
Y corrimos por el camino
empolvando los recuerdos,
otra vez ahí estaba el sol
para recordarme
que brilla para todos.
Tú no tienes la culpa.
Mute.
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