El holocausto soy yo
noche, escucha mí grito,
el cielo está abatido
con mis plegarias.
La ausencia pesa,
a los días le ha naufragado la bondad,
la muerte no es leal
en ningún momento.
Padre
te extraño,
escucha mi respiración
con las ilusiones sintiendo.
Te quiero ver,
doce años
son muchas historias perdidas.
Muchas veces solo
he querido amar al dolor,
pero sé que tú alegría
es un sonido inconsciente
que me sacude por dentro.
Padre
no se olvida tu rostro,
le veo en tus hijos
que ahora ya no son jóvenes.
La tierra amanece con ellos
en compasión,
es mi anhelo a la distancia
reflejar en un recuerdo
el profundo aroma de un bosque.
Padre
los días contigo eran blancos,
pedacitos recogiendo esperanza.
Quiero amar las palabras
que tienen su propia voz,
cómo tú lo hacías.
Nos volveremos a ver,
juntos caminaremos por Acapulco.
Compraremos abanicos
y un montón de mariscos,
buscaremos el silencio
ahí en la sombra de un tamarindo
leeré más de un millar de poemas.
No tendrás de otra,
para un padre orgulloso
su hijo es un abrazo que no cansa.
Padre
espero que no sea mucho
lo que haya fallado,
escuchar a la gente como tú
creo que me ha faltado.
Es difícil olvidar,
es más fácil llorar y maldecir
que seguir luchando.
Padre
no seré naufragio,
aunque venga agosto
escucharé esa canción de Guerrero.
Nunca añorar es suficiente,
aún así estoy seguro
que pronto los ojos
los veremos de nuevo.
Contigo no tendré que esconder la barriga,
a mí edad tú también aburrias a los platos
dejándolos limpios sin un solo hueso.
Padre
en la plenitud de la vida,
cómo tú la alegría
siempre debe de ir
por fuera que dentro,
amar a los otros que ahora queremos
legado de un honor que recuerdo.
Maquinista.