Érase una vez un niño perdido
que soñaba con el mar
y una vida mirando a la luna.
Y creció y fue hombre
de historias y recuerdos
de gaviotas y el cielo.
Ahora sabe lo que es el amor
también de lágrimas y dolor,
el hombre está con Jehová completo.
Érase una vez un niño
que la plenitud y la tarde
le dio siempre motivos
para crecer al florecer.
Y tocó el instante en su infinito
con el atardecer cayendo
en el cielo y sus olas.
En el laberinto encontró historias
retumbando el hierro construyó,
cada vez que salía el sol llegaba.
Y creció y fue hombre
con el recuerdo del sabor del agua
con los versos en la mano de su voz.
Aprendió a perdonar
lo invisible y las razones
el desamor y la alevosía.
La palabra infinita
la noche en la muerte
la derrota y humillación.
Hemos vivido con los ojos gastados
de tantos años de gloria
de tantas maravillas y latidos.
No le reclamo nada a un poema
siempre una palabra es un milagro,
la noche y el día son algarabía.
Hoy amo y gravito en tus sombras
en el inmenso universo
en tu empeño y mis ronquidos.
Soy amor, un beso sin miedos
un soneto coqueto que nada tiene
más que demostrar.
Érase una vez un niño perdido
y creció y fue hombre, libre
ruiseñor, dame tu nombre
soñaremos ser el Quijo
te.
Y el amor, siempre el amor.
*© Maquinista Mute, 2024.*