El último poeta
el tirano,
el que recoge estrellas.
El que muere de pena
el enamorado,
el que arrastra una letra.
El que escucha el silencio
y compone canciones
de prosa enferma.
El último poeta,
el que amanece más tarde
con el gorrión en su fiesta.
El que sabe a poesía
y desayuna sueños
que le recuerdan a ella.
El que ama un crepúsculo
e imagina los versos,
millones que llegan.
El último poeta
el que escribe a montones,
el envenenado.
El que se entera
de vulgares vanidades
y las convierte en tragedias.
El reconstruido,
el enamorado
perdidamente de ella.
El último poeta
el que fuga propósitos
y fábrica recuerdos.
El incógnito,
el durmiente
en un hotel de terciopelo.
El que dibuja puentes
en un agugero,
el que cosecha ventanas.
En el alba de un velo
y ni vive en ellas.
El último poeta
el que no ofrece siquiera,
el de los ojos oscuros.
Y su melancólica guerra.
El Vagabundo
sin estela y flores violetas.
El que caza chillidos
de bestias y selvas.
El último
el humillado,
el sabio devorado por buitres.
El profundo
en el ombligo del mundo.
El insensato soñador
en la víspera de un navío
que parte sin ella.
El que recuenta espontáneo
recuerdos de un niño.
El que yergue sereno
a sus enemigos.
El incómodo
el poeta que paciente defiende
el silencio de un ruido.
El del sopor y fastidio,
indómita furia
de amar un suspiro.
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