Te amaba,
largos bosques
en la mañana.
Soles antiguos
que jamás han muerto.
La vida espera,
se hace más vieja
en el camino.
Aire,
espeso,
inquietud en el crepúsculo.
Temblamos en la pesadumbre,
de una u otra forma,
temblamos.
Amarga
es la estupidez de no querer
ver las estrellas.
El silencio es cómplice
de la muerte inmortal.
Confieso que soy dichoso
en la vanidad elemental,
en la esencia que reconoce los milagros.
El pensamiento sonríe,
dichoso,
en el follaje de la fanfarria que es mía.
Ojos misteriosos
en su acto de llorar,
mi amor es un sauce esperandote.
Fragmentos
de un poeta invisible,
la palabra siempre es primero.
Acariciame con la mirada
ausente,
así cómo rogaba el invierno.
Luchamos por siempre
desde que nacimos.
Cantan los vientos
con el crujir de los dientes,
tan liviana es la delicia eterna.
Nadie es tan pobre
para no recibir el sol,
Dios no quiso que te faltara amor.
Te amo,
con los abismos y sus volcanes,
con la fuerza contraria que lo funde todo.
Con la sombra siempre
detrás del día,
resplandeciente.
En el jardín floreciendo,
solitario y desconocido,
no para Dios.
Maquinista Mute.
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