El tiempo
es un inquisidor inmortal.
Abrevia a la penumbra en el ocaso
con la promesa de no caducar.
Nos deja olvidar a la muerte
con indiferencia,
pensando que solo existe la vida.
Se lleva a los árboles
en un simulacro infame,
dolor de unas cenizas
que hacen carbón.
Alquimia de una noche plátonica,
inalcanzable,
ciega en el clamor verdoso
de un estío perpetuo.
El tiempo se llevó a los abuelos
con incertidumbre,
zozobra cotidiana
que sólo atestigua.
Mi memoria tiene esperanza,
desierto atemporal
que se agolpa en la sombra
de un asedio silencioso.
Temerario es el olvido,
réplica el dolor
de un sepulcro sombrío.
Noche universal
tienes razón,
mis ojos se han quedado ciegos.
Follaje de estrellas,
la soledad siente frío
cada vez que el mar se hunde.
Insisto,
No pierdo la esperanza.
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