Pasan los días,
la eternidad se hace
más un destino.
Ha dejado de atardecer
con la idea
de mirar las estrellas.
Nada me justifica,
la noche es un tiempo
largo y solitario.
He olvidado
el color de tus ojos,
la mano tibia,
el cabello que cae por tus hombros.
El verso se niega a partir,
cómo de costumbre
necio de asombro,
elude el silencio disipando ternura.
La soledad no perdona,
una multitud de palabras
revolotean firmemente
en una memoria enamorada.
He olvidado la melodía
de tus pensamientos,
mis sueños tienen angustia,
son pobres en la intimidad de la pena.
Pasan los días
y duele,
el mundo está tirado
sin ningún Salmo en Domingo.
He olvidado
lo mucho que te gusta la poesía,
los barquitos pintados
que navegan en el lago.
La tarde tiene un resplandor apagado,
la muerte sigue sumando,
te seguiré escribiendo
cómo si te estuviera amando.
Buscándote en la melancolía
de una tarde lluviosa,
en el conteo de la ausencia
que no sabe a piel.
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