La memoria tiene un rostro de piedra
migrañas impacientes
que duermen a mis muertos,
tan solo son sueños.
Resisto irreductible
en las colinas de un observatorio,
defendiendo mi silencio
ante tanto celo.
Mi jardín es un pétalo de aromas
que refresca mi aflicción,
es una esperanza
que no castiga a la noche.
Mis versos cantan
con mis ancestros
y su corazón de ámbar.
Cuidando la dulzura
de un atardecer quisquilloso
por la lírica de mi propia boca.
Qué ruge el canto
y se estremece,
mujer de ojos profundos.
La vida es cómplice
de todo el tiempo que esconde,
de esos besos robados
en lo efímero de la materia.
¿Quién es el ombligo del mundo?
no lo sé,
mis venas han surcado el relámpago
y su felicidad.
Danzas dichosas
sin la soberbia que se hace añeja,
la Luna está perdida
encuentra esa estrella por mí.
La memoria murmura en Julio
escucharé a sus años,
cincuenta soles en primavera.
Maquinista Mute.
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