Fuimos náufragos
en el instante nunca sufrimos,
nunca sentimos vergüenza
por la piel tostada al sol.
Éramos sueños
crujidos con el lenguaje olvidado,
agujetas rotas
que salpicaba aventuras eternas.
Como un animal
en peligro de extinción,
corríamos despavoridos
huyendo al bosque.
Nos decían los olvidados
con bigotes de leche,
los que comían mangos
a la sombra de un matorral,
La infancia volaba
con absoluta absolución,
respirando dispersa
la niebla intocable.
Comíamos luciérnagas
eclipsando a la noche,
amaneciendo fantásticos
con el verano invencible.
Éramos niños
con la risa cayendo
a cada pétalo.
Aventando piedras
a la oscuridad.
Llegó octubre a nuestros cuerpos,
los perros oyeron el murmullo de la vida,
ya no ladraron, pues éramos de ellos.
Los árboles crecieron
llamando a la muerte,
la tarde se hizo una noche velozmente.
Ahora somos el horizonte
que deja pasar a las luces,
el amor de un jardinero
de rosas blancas.
No tengo miedo de olvidar
pues ya no recuerdo.
Mis ojos ven igual
cada vez que grita el silencio,
aviento una piedra
que penetra en la noche.
Son mis recuerdos
esos que se enredan con los tuyos,
Volemos abismos
que los siglos pasan hasta diciembre.
La vida, la vida es maravillosa.
Mute.
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