Hay dolores híbridos
asomándose
en el sentido del amor,
imitando escondrijos
de un castigo inevitable.
El tiempo nos mira
ignorando con lástima
los golpes de un lento fluir.
Al principio titubea
queriendo decir
lo que asistimos,
llorando hasta el último espanto.
Tráeme un girasol con los ojos,
esta noche la agonía
ya no quiere dormir en tu cama.
Criatura de agonía y naufragios
ha huido de las horas desiertas,
encriptado los escollos
de una bomba inestable.
Así será el exilio
entre balbuceos envenenados
y chacales arreciando
con la metralla
de una esencia enloquecida.
Nada apaga el llanto de un niño
hasta que siente el aroma
de su madre y su cariño.
Así serán los días
no tienen memoria,
suspiran solitarios
envejecidos por el vicio
de una realidad
hambrienta y dura.
Descríbeme la lealtad
que es solo mía,
quiero que sienta el viento
tan ciego de tanto volar.
Ahí seremos iguales,
con abrazos que se quieren
sin el delirio y el cansancio.
Nubes blancas
el estruendo ama,
tiene el discurso de una poesía
que sobrevive apretando los dientes.
Ha perdonado el dolor
en la paz profunda,
con la luz amasando el tiempo.
Ahí le gusta estar,
con el tiempo y sus palomas
limpiando los fulgores ajenos
de un cuerpo humano.
Con el gato
y las rosas de un jardín riéndose,
nadie las ha ido a cortar.
El infinito se ha cansado
de su propio corazón
que tanto ha amado.
Versos sordos,
no los has podido escuchar,
fragmentos de un muro
que les hace falta un corazón.
Yo te lo doy,
solo toma mis manos.
Mute.
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