La ceniza tiene un otoño perdido
una canción de incertidumbre,
labios cosidos por dentro
que no necesitan consuelo.
Podrías vivir en silencio
contemplando las gaviotas del cielo,
ignorando todo
domesticando tu vocación
que peregrina en la auto censura.
Sonríes,
inocuos los que necesitan
de un abrazo
para seguir amándote.
Nosotros,
vamos como vagabundos
en el umbral del pudor,
en el jardín que florece esperanzas.
La sociedad está corrompida
como una cicatriz profunda,
duele degollada
en el fango de unas palabras.
Mayo se hunde
en un sueño fúnebre,
espejos humeantes
que se sonrojan por el horizonte
lleno de vergüenzas.
Escucho el eco de una espera
sin remordimientos,
cala hondo
sendero interrumpido
por mi propia tristeza.
Otoño tardío en primavera,
vayamos al campo
a regar amapolas,
algunos de los sueños
tiene pétalos azules.
La tierra es un aposento vacío
viento insinuado en los adentros,
como un delito cerrando el universo.
Jamás llegaste,
los pájaros deshojan
sacudiendo en lo alto las sombras.
Abdicaste la profesión del amor,
como un mecanógrafo
comprimiendo en una cajita
el anochecer.
No estoy seguro
tal vez no importa,
el jardín algunas veces
ama el atardecer.
Tiembla la dulce primavera
no hay piedad en la demora,
eres una princesa intacta
entre estrellas de sombras y suspiros.
Cómo pudiste vencer el odio,
extraer el asedio de los recuerdos
y seguir.
Mute.
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