Ojos felices
que se han cansado de mirar.
ojos desnudos que desafian a la muerte,
que brillan sin miedo.
Mirada asediada
con la mirilla dispersa,
sin los viejos rencores
de una culpa que sueña con la fe.
Ojos que no encuentran
la mirada del exilio,
esa que añora los colores sinceros
sin el propio llanto.
La mirada huye
porque ha llovido tanto
que se confunde con el llanto de una desolación.
Ojos de duelo
de memoria sorprendida,
de tristeza sin verguenza
de un cielo estrellado.
Mirada dulce
que sobreviviente a la gente
y su derrota.
Ojos que huelen a primavera
a nostalgia del silencio,
a sabanas frías
que desafían el coraje y la tortura.
Mirada tenue
cansada,
que desgasta las ideas de tanto pensarlas.
Ojos sin pretextos
que vendan la nostalgia
sin su abismo.
Mirada simple
que resguarda los tropiezos
y su pánico.
Ojos que golpean los párpados
hasta querer convencerme,
celestiales siempre sin tanto simulacro.
Mirada a la ventana
clandestina, insociable,
sin pestañear si quiera.
Ojos esclavos
distraídos por la tele,
azules y radiantes.
Mirada en viceversa
cómo no voy a quererla,
su tristeza sigue viviendo
con los años y la escritura perfecta.
Que le digan a los ojos y su mirada
que todo será verdor,
hasta donde alcance el mar y las estrellas
el hambre y su luz.
Mute.
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