He llenado de impulsos las palabras,
palabras nubes
que intentan emigrar a un poema fácil.
Feliz es la felicidad de la tregua
ejecutándose sobre el ignorante,
en la insistencia de un aroma a maderos.
He llenado el momento de retícula
sabiendo que la rafága del viento
me lleva a la mar.
Feliz es la prosa de un ave
que regresa a su propio estuario,
sílice pétrea que gobierna
mi corazón sin estrellarlo.
Seré yo mismo,
el desvanecer que anuda
a la vida y la muerte.
Cresta de un racimo que transcurre
como si nada hubiera pasado,
solo es la sombra
de un recuerdo errante.
Amo para mí,
con los párpados
flotando en el sonido
de una letanía en espiral.
Feliz en el cariño que rehusas
porque todo es cierto,
las cosas que me faltan
tienen ávidos problemas,
lo sé y nada me importa.
No tengo dolor con el instante
que perpetuas,
los vocablos son viejos
y aún así te aman.
Escriben por tí,
colibrí de un rostro lejano.
He llenado los días sin hundirme
en la historia que distingo
en pocos actos.
Ojos que vagan
en el desierto de una rendija.
Feliz es la flama de un amor
que se cree ser un incendio,
redacta su amor en cada letra
que brinca en puntillas.
He llenado cada mitad de mi ser
que se pierde en el bosque,
con la miel quebrando a la flor.
Sin impulsos no hay palabras,
tampoco existe el amor,
es ridículo tal vez
y muy cursi.
No es intelectual hablar así
tampoco el amor,
es lo que me queda para salvarte a ti.
Sin amor no hay felicidad.
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