lunes, 23 de agosto de 2021

El poema perpetuo

 




Fuegos moribundos

la poesía no se deja atrapar,

palabras vivientes.


El poeta permanece

idealizado el amor,

contando historias

en su felicidad.


Prosa que la muchedumbre

extirpa de su confinamiento,

grito estéril que quiere 

salvar el porvenir.


Cualquiera puede 

amar en un poema,

vocabulario desnudo 

de una palabra.


Viento insensible,

tengo miedo de las cosas 

imposibles de escribir.


De esas páginas que mueren

cuando la vida se niega

a renunciar a su lucidez.


La verdad es tan mentirosa,

como una musa sin miramientos perpetuos.


Ojos cerrados,

insolventes.

verso solitario

en su incandescencia.


Déjame sentirte inalterado,

en la fase ineluctable

que vive ferozmente 

en la construcción de mis lamentos.


Como esa nube precoz

que se precipita

llorando a cántaros su agonía.


Mundo vacío, 

indefinido,

voz que esparce su cuerpo

en una sonrisa.


En la bella tormenta 

que murmura palabras,

esas que despiden el nerviosismo 

de recitar la quimera de amar.


Qué respire

la mecánica celeste,

esa que me ha enseñado el infinito.


Corre, correremos juntos

en cada grito en primavera,

esparciendo el alfabeto y sus colores.


Como si la noche fuera

una promesa de amor,

cultivando desiertos

en la maleza de un jardín

que no se asusta.


Con la mirada fija

en la esperanza dibujada,

en la alquimia de un propósito 

que no se ha dejado nada.


Con los rostros hieráticos,

más allá de un espasmo sin razón,

tolerando la fiereza

de una voz farsante.


Flotando en la violencia

de un presente enfermo,

sin la distancia que tiene tristeza,

en el verso inicuo de su precipicio.


En los vestigios que destruyen

su renacimiento,

en la supervivencia de un poema

y su disidencia de vivir.


Sepultando nubes en un simulacro,

en la deserción que desea 

solo morirse.


Resistimos, 

recurrentes,

con el impulso de un amor 

que no se olvida del tiempo.


Aquí esperaré,

en el átomo de un verso,

disfrutando al leer los labios 

de una mirada.


Engañando a la muerte

para poder vivir,

en un poema perpetuo.



Maquinista.



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Solo tengo más que agradecimiento para cada uno de ustedes que se han tomado unos minutos de su valioso tiempo, para leer mis poemas.

Gracias al Internet, a la gran nube, he podido llegar relativamente a todos los rincones de la tierra, a toda hora y en todo momento solo con una conexión a Internet.

Me llena de satisfacción saber que muchos de ustedes son de países tan lejanos.

Espero poder seguir compartiendo en un futuro, más y más de mis poemas y tenga el honor de ser leído en su corazón.

Gracias eternas.

Su amigo.

Miguel Adame Vázquez.

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