Hojarasca inquieta
delirante,
falacia en la arena.
La tierra que se queda
es imperfecta,
el olimpo triunfante.
Muéstrame tu herida
que muero rápido,
con la carnea otra parte.
Murmurando tristezas
en el horizonte,
con los oídos convulsos.
Con el frío rasgando a la ceniza,
asfixiandonos en la ponzoña
de un beso sin labios.
Tiembla el silencio
es para siempre,
inmune a la enfermedad
de nuestro tiempo.
Con la distancia desnuda
en la falacia de una mirada inquietante.
Intangible
en el néctar pasajero
de una verdad a medias.
Raspando a la voz
cada palabra,
en el intemperie de un recuerdo
que nos deshierba.
Hojarasca ínutil
marchita,
cementerio infecundo.
Aún así
nos das esperanza,
Llanto a los muertos tan quietos.
El dolor es una inocencia
injusta entre las estrellas
que ya no te hablan.
Llueve la avaricia
entre los jaguares,
frágil caricia
contra el viento de un olvido.
Árboles que lloran
sin abrazarse,
sin decirse nada.
Hojas que caen
sin rastro alguno,
fragmentando el bosque.
Sollozo de una semilla
secándose,
tu cuerpo late fuerte
en la hojarasca.
Demasiado abismo,
tus ojos clavan
una mirada helada.
La ilusión está enferma
en el instante de un espejismo.
Polvo de un naufragio,
la vida solo puede renacer.
Maquinista.
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