Alguna vez recogí la prisa,
sentí que era mi deber
surcar con el tintero
los gritos sutiles de una centuria.
No supe el momento preciso
así que olvidé mirar al cielo,
caminé y caminé
sin enterrar la ceniza
de todos los muertos.
Brotaron las flores
los versos sin tiempo,
reí y reí amando en todo momento.
Para mí, Dios nunca fue de piedra,
supe con él que el dolor
no hace la más mínima mella.
Hoy sé que el mundo está enfermo,
se hunde fúnebre sin remordimiento.
Hoy la tristeza es el horizonte,
llora por el amor incumplido
con nostalgia agota,
murmura un suplido.
La tierra está perdiendo
el alma en un caos,
intentó robarse una mirada
con la esperanza que no sea
de un último suspiro.
El viento quiere oir cantar
ha traído abejas y hojas que vuelan.
El frágil aroma de un naranjo que huele
con la esperanza
de poder verla a sus ojos.
Alguna vez soñé
con las nubes derrumbando el trueno,
si te hubiera tenido tan cerca de mí.
Pétalos de flor
los árboles tejen fragmentos de noche,
algunas veces logran amar
el jardín reverdece,
No han quedado
muchas cosas que vencer,
roble viejo
los tallos son dulces
cuando escuchan tu voz.
Alguna vez aspiré
que con el pensamiento sería suficiente.
Mis deseos se hicieron estrellas,
mis manos trazaron palabras
que nunca agotaron las penas.
No supieron dominar el odio
para vencerlo,
fueron los nombres
y el tiempo que enferma.
Lagrimas de padre
el hilo de mis tristezas,
aquí estoy escribiendo
un recuerdo venciendo.
Alguna vez no tuve prisa,
como un gorrión,
volé valiente
cantando sin miedo,
amando la vida.
Los versos ya no necesitan
un juglar que los vayan narrando,
vuelan libres,
musa de un suspiro robado.
Los versos se están muriendo,
nada puedo hacer para evitarlo.
Se han escrito solos
en un poema que amó
su propia voz.
Viejo León
contemplas el viento.
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