Sequía
árida avidez,
la soledad tiene insomnio
de la propia muerte.
Insultos
al borde del precipicio,
orilla arenosa
que no echa raíces.
Después del tiempo
no somos lo mismo,
ninguno,
ausencias.
Somos como una hoja de papel
que se desdobla lentamente
a cada pliegue.
Ocultando y revelando
cerrando y abriendo,
con el corazón latiendo,
inmóvil.
Esperando el poema perfecto
ese que se escribió
hace muchos años
antes de que tú nacieras.
Desafiando a la atmósfera
a cada brinco,
descubriendo intrigas,
respirando ruidos
que saben a sonidos.
Persiguiendo a sonámbulos
huyendo,
a cada rincón
del dolor y la envidia.
Soñando instantes
que no amanecen,
miradas en silencio
que no despiertan.
Ahuyentando a los segundos
que se hacen viejos,
escribiendo un libro cien veces,
para que la vida no se turbe
sin algún sustento.
Mojando tus labios
con una voz inconclusa,
escuchando cómo medita el alba.
Con la angustia de oreja a oreja
porque nadie escucha,
el sueño tiene que decidirse
y despertar.
Maquinista Mute.
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