Todas las piezas rotas

Todas las piezas rotas,
exilios del pasado
socavando los años
como un ajedrez sin refugio.

Aquí estoy
llegando siempre,
con la premura de una postal
que se abre hacia el cielo.

Todos se desvanecen
menos mis manos,
la luna va desnuda
deambulando en mis ojos.

Todas las piezas rotas
levantando los pedazos,
antes que la mirada
caiga en mi sombra
contando los años.

Te doy un racimo de otoño
devorando el instante
con una esperanza
cada vez que te amo.

Que se anegue la herida
con mucho amor,
que flote en la deriva la muerte
no pasa nada.

El sol nace donde esta Dios.

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Tu no tienes la culpa

¿Quién soy yo para juzgarte?

solo sabes amar,

aún así los años 

han sido crueles contigo.

Dios no tiene la culpa,

la naturaleza de la vida

no se detiene,

no puede detenerse.

Transcurre,

borra el sacrificio

ese que duele,

no pienses, 

solo siente.

Cierra los ojos,

olvida,

respira, 

respira hondo.

Hasta que al contener el aire 

sientas que explota,

sólo tose.

Que explote,

no pasa nada

la tierra seguirá ahí.

Tal vez en alguna parte incendiándose,

tal vez en alguna otra parte 

ahogándose.

¿Quién eres tú para juzgarme?

¿para juzgarte?,

motita de polvo despierta

que vales mucho.

Eres un granito de arena de mar,

brillante,

colores de un arcoiris.

Tu sabor es de profundidad

de olas agitando los sueños.

Naciste 

sigue adelante,

quisiera llevar tu carga

pero no puedo.

Solo sé amarte,

instantáneo,

como un nacimiento 

que fluye de un manantial.

Así te recuerdo,

entre calor tropical 

en un bochornoso día.

Estabas ahí,

con la sombra de las plantas 

que crecían felices por tu agua.

Por eso de daban su sombra,

esa que hacía que tu agua 

estuviera fría,

toda la vida 

brotando desde tu nacimiento.

Yo no hallaba la manera de contenerte,

solo tenía para ti mis dos manos,

nunca fueron suficientes.

Aquella vez salí corriendo,

miedo que la vida que dabas,

quisiera quitarme la mía 

que apenas comenzaba.

Y corrimos por el camino 

empolvando los recuerdos,

otra vez ahí estaba el sol

para recordarme 

que brilla para todos.

Tú no tienes la culpa.

Mute.

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Te cantan a ti

El amanecer tiene las alas rotas

llora por el paraíso que ha perdido,

nunca es suficiente para el asombro

su alquimia suma palabras 

de mucha zozobra.

Cómo borrar el error que solo sufre

das vueltas en un laberinto,

la memoria es un mito de ideas falsas,

junta historias que emboscan el silencio.

Disidencia en mi vida

pasión y muerte,

todo es historia que solo quema,

muchas ideas

que infelices complican poder respirar.

Tranquilo

el amanecer tiene restos 

de lluvia y amor,

todo es posible 

con el ronroneo de un poema,

tranquilo,

todo está bien.

Vuelve a vivir

aunque la luz juguetona 

esconda su gracia,

vive,

aquí te espero con el sol que resiste.

Vamos a amar

simulando que el mundo es un paraíso,

vibrando con pétalos que saben a fiesta,

respira,

el milagro sabe tu nombre.

Solo detente un poco,

escucha cuándo amanece

cómo cantan las aves,

escucha,

te cantan a ti.

Maquinista.

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.

Y nadie lo sabe.

 

Tú

sin turquesas falsas,

tanto drama viviendo

hasta que el hueco 

cura los corazones.

Silencio dentro de mí,

eterna tristeza 

que danza con flores.

La mirada vagabunda

no tiene preocupaciones,

aún así presiento

que descansa el silencio

sin pretensiones.

Se necesita valor

para amar el odio 

de las otras personas.

Resisto secreto

sin tanto éxito,

en los pretextos que se equivocan

y el rumor profundo

que suele equivocarse.

Amo vacío

con las minorías,

tal vez ahí perdemos todo

nada tenemos.

Anímate

no somos los únicos,

repetimos historias

ahí me consuelo.

Yo

amador de realidades sin domar,

dónde cualquiera junta los pedazos.

Amanecí amando

y no sé porqué lo hago,

ahorita ganamos todos

y no lo sabemos.

Nadie lo sabe.

Mute.

Desde la tristeza viene la luz

 

Desde la tristeza

mi dolor descansa,

la esperanza enseña y aprende

a vivir con amor.

Estamos enfermos 

apretando el muro con nuestros lamentos,

levantando el hombro

a medida que cada noche 

eleva un suspiro.

El silencio cobija,

cómplice de la noche

diluye el frío de un volcán 

que solo observa.

Desde el holocausto

retengo la respiración,

por un momento suspiro

reteniendo el lenguaje de la luna.

Mi regalo eres tú

la mirada y la sonrisa 

cómplices felices de unos sueños.

Qué importa que la vida tenga prisa,

yo me detengo en ese segundo

y me olvido de todo.

Desde la tristeza

mi dolor descansa,

he aprendido a vivir con amor.

Mute.

Horas Luz

 Horas luz

los años anteriores tuvieron una felicidad inminente,

ahora, 

el aroma se desvanece lentamente.

Aún así, 

sigo buscándote en el abismo de la refriega 

esa que se fragmenta ante el cúmulo de posibilidades 

de poder verte en el tiempo y su espacio.

Sí, me dicen el melancólico

el amoroso,

el que ante el páramo y la muerte

toma a la fuerza a la vida 

y a su alegría la sujeta muy fuerte.

Que tiemble el miedo en el silencio,

sintiendo el viento,

moviéndose lento.

Entusiasmando a las palabras

que se juntan traviesas,

ante la protesta de una esperanza 

sin el efímero llanto que mucho siento.

Niño viejo

toma la eternidad,

como un destajo de un solo yermo.

¡Que hiciste!

cuando fuimos y fuiste,

cincuenta años de algún modo

Dios nos ha aceptado y amado.

Me acostumbre a llevarte

a guardarte en mi corazón,

con mi abismo y mi fortaleza

ya no tengo tristeza.

Arráncame la mirada,

debajo del sol

amando,

tu siempre ganas.

Mute.

Nunca fuiste tan mía.

 

El tiempo y la cien

respira,

el insomnio es desigual

cuando huye el dolor.

Solo tristezas 

las tumbas sobre los labios,

quisieron llorar 

pero yo los amo.

Amor y ansiedad

llueve sobre mi pecho,

sonidos frágiles

es lo que siento silbando.

Había una vez

unas mejillas que sonreían,

sus ojos, sus cabellos

pureza hermosa

es lo que se veía.

Quiero vivir 

sin el silencio de unas cuerdas vocales

que todo lo recuerdan,

que no se ahoguen los anhelos

para ello dame tus sueños.

Ha empezado a llover,

ni flores, ni lluvia 

ni primavera,

prefiero tu sonrisa

la que no llega.

Llueve

lágrimas frías,

inmensa melancolía

el crepúsculo artillero,

es una metralla perdida.

La madrugada es una tumba de arcilla,

a veces la noche

huele a tierra dolida,

las ruinas de las palabras

sonríe,

nunca fuiste tan mía.

Mute.