Tu cuerpo es una vida
derramando a la noche,
amanece con la euforia
de la arena hambrienta del mar.
Y yo muriendo
con el instante
soñando a tus besos.
Con la garganta en la sombra
por la fría ausencia.
Las olas escapan
con euforia y espuma,
desnudan al cielo
pletórico de estrellas.
Mis manos se hunden
en el agua fría,
el instante vibra
con todas sus formas.
El mundo no alcanza,
mis ojos son una gota despierta
que arde con la nube
de un furor oculto.
El aire lo sabe,
un aliento
devora a la soledad.
Sonrisa nostálgica
que se emborracha melancólica
por una primavera
que se ha quedado atrás.
Son tus flores sabiendo
a sueños derramando a la noche,
viendo llover caricias
sin un relámpago que calle.
Mis párpados mojan el tiempo,
lágrimas disueltas
la sal es una corriente a la deriva.
Duele la nuca de voltear al cielo,
rozando a la luz que se empeña
en un recuerdo de tu boca.
Te conozco
porque tienes la llave del infinito,
sedienta de todo
con los labios de un olvido.
Silencio
las palabras oyen,
miran lo que piensas.
Caen al vacío de un océano
que se empeña en no olvidarte.
Ni todo el sol delirante
derrumba a la soledad
que arrastra tu amor.
Es tu reflejo turquesa,
húmedo a la brisa
que esculpe tu cuerpo
en un poema de amor.
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