Tu ausencia empaña mis días y estos se vuelven grises.
El sol ya no calienta como antes mi cuerpo.
Me haces falta en la incertidumbre de un futuro incierto e inseguro.
No están ahí tus consejos, tampoco tus palabras de advertencia.
Eras mi mejor amigo y oyente que derrochaba experiencia.
Ahora ya no estás aquí, sólo tengo el miedo de no poder llenar el gran espacio que has dejado en mi vida.
La Luna llena alumbra aquellas ilusiones pasadas.
Todavía me duele tu recuerdo.
Mi corazón se detiene por un instante y mis pulmones dejan de respirar cuando te pienso.
Hace cuatro años que tu luz se extinguió en mi horizonte.
Aún recuerdo tus últimas palabras.
Tu palpitar acelerado en un lecho de dolor y muerte.
Me dejaste como herencia el amor al prójimo y a mi mismo.
Me dejaste tus ganas de vivir.
Te dolía el no poder ver crecer a tus nietas, eso dolía más que el cáncer que te consumía.
¿Sabes? vives en mi.
No se sí algún día podré llenar tus zapatos.
El gran espacio vacío que dejaste en muchas vidas.
Vidas que marcaste en un derrotero correcto.
Padre, a cuatro años de tu partida te recuerdo.
Te rindo tributó sonriendo, tratando de ser positivo a pesar de lo oscuro que es el cielo antes de la tormenta.
Te aprendí bien el poder ver más arriba de las nubes cargadas de agua y saber que ahí sí brilla y resplandece sol.
Sólo es cuestión de esperar, luchar y perseverar.
A cuatro años de tu partida.
Poesía
Miguel Adame Vazquez.
02/08/2014.