Cuánto ignoramos,
las cenizas
las estrellas antiguas,
la humedad de un poema perdido.
El silencio de un secreto
el susurro del nido,
la lluvia que se agolpa
en un charco disperso.
La penumbra de una tarde
que anuncia a la noche,
el declive de la luz por un cielo
que se conmueve con lágrimas.
Esperando un verso
cómo última esperanza,
la caricia de un faro
en una tarde que se escapa.
Cuánto ignoramos
palabras vanas,
fuente inagotable
sin ninguna gota de agua.
Ignoramos nuestros pensamientos
cómo si nunca pasará nada,
absueltos de la propina solución
que todo lo gana.
Ignoramos el tiempo robado,
nuestros propios olvidos
que viven moribundos
sin la última esperanza.
Ignoramos la luna
que nos espera,
la amistad de la vida
con cada palabra.
Ignoramos la idea
jamás pronunciada,
el destierro de una alquimia
siempre alquilada.
Cuánto ignoramos,
la elegancia platónica
de una flor cegada,
inalcanzable es su fragancia.
Ignoramos inútiles
y angustiados
olvidando el clamor
que siempre nos ama.
Vértigo arrinconado
en una voz vacía,
sueña que vives
deja atrás tu pasado.
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