Ha pasado un año
desde que mis ojos
supieron del ayer.
La muerte sigue cobrando su cuota,
somos peregrinos,
mil maneras para seguir vivos.
Inconclusos son los días
en los que estampamos colores,
miradas que se alejan
del precipicio.
La vida se ha acostumbrado
a menos bullicio,
a más atardeceres
que sueñan con respirar el edén.
Ciegos silbamos
desgarrando esperanzas,
contando poemas para otro verano.
Llorando a los muertos
en la secuencia del tiempo,
despertando preguntas
en el umbral incierto.
No me acostumbro
a ser una lámpara ausente,
a amar a la noche con interrogantes.
Nos hemos acostumbrado a morir
sin hacer preguntas,
sin velar el silencio
sin tocar el alba en un horizonte.
Quiero que el instante se acabe
en un abrazo,
que el tumulto sea dichoso
sin tener que esconder la mano.
Que las ruinas sean un
pasaje obsoleto,
que las lágrimas sean
felicidad.
Ha pasado un año
desde que fue primavera,
seguiremos dividiendo a el mundo
en dos mitades inconclusas.
Borrando rostros,
contando estrellas,
amando a las palabras
que alucinan adoloridas.
Esquivando el paréntesis
en una frase,
latiendo jardines con miedo.
Quiero recoger las hojas
de un jardín dormido,
despertar sintiendo
que nos queda aire para vivir.
Correrán las palabras diciendo,
estamos vivos,
estamos adentro,
absurdos.
heridos de amor.
Maquinista Mute.
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