Amigo
no he olvidado tu nombre,
los recuerdos arrancan
cada palabra ausente.
Cada pensamiento herido
que se niega a probar a la muerte,
ese instante perdido
en el que cerraste los ojos.
Todavía no es tarde en el paraíso,
así que riego los árboles
con el deseo de su fruto.
Sé que brotará la vida en sus silencios,
en cada ruego
de los que te aman por dentro.
Quiero que reverdezca tu rostro
sin los quejidos de un verdugo
que abraza a su víctima.
Despierta,
que amanezcan tus párpados
en una mirada resplandeciente,
no tengas miedo
el enemigo no sabe tu nombre.
Que mi anhelo sea tan radiante
sin la aridez de esa fiebre delirante,
quedaré a tu lado si es preciso
velando cada instante.
Hablando con la tierra,
saciando su sed
regando los momentos que nos dejaste.
Arrastrando a la oscuridad
fuera de la memoria,
guardando a la primavera para ti.
Conteniendo las lluvias de abril
con cada palabra de un jardín dichoso.
Amigo,
la mocedad
nunca fue un naufragio sin heroísmo.
No desistas nublando los ojos,
tus amigos te aman
a través de sus lágrimas que no renuncian.
No hay dolor invisible en cada noche,
tampoco furia tan terrible en su lamento.
Amigo,
aquí estoy a pie de la letra.
Respirando el aire que no es bastante,
rogando insomne
ante la amenaza tán despierta.
Cuidando las ramas de un limón
en el instante de su silencio,
incrédulo,
con esperanza de abrazarte.
Sin el sollozo de un hombre
que le sucede la verdad,
con el amor que da tregua
en el jazmín y la bugambilia.
En cada pétalo y su aroma,
en cada sílaba
que pronuncia tu nombre.
Amigo,
quiero escuchar la música
sentir cotidiano
la errata de un libro irresoluble.
Levanta la mirada con ternura,
hasta que el rocío
sostenga sus entrañas.
Esperaré una eternidad si es preciso,
hasta que el aliento de un padre
proteja su hogar,
tú hogar.
Maquinista Mute.
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