Murió el amor
el virus lo mató sin paraíso,
los dos desnudos,
una ración del tiempo en soledad.
El poeta lo ve
con una visión desgarrada,
el aislamiento nunca
significó ser suficiente.
Tus ojos secaron
sus propias conclusiones,
nada importó
seguimos comiendo y bebiendo
como si no pasara nada.
No bastó un poema de amor,
la profecía en la premura
nunca tiene los ojos
bien cerrados.
Ahora cómo sostienes
la mirada en vilo,
el mundo se incendia
y los pájaros se desvanecen.
La desdicha
tiene un vientre hinchado,
diáfano es el invierno
bajo un sol absorto.
Mis pensamientos
saben a fragmentos,
ha manos desinfectadas
que van a tientas
tocando el vacío.
No encuentro
el instante entre sonrisas,
rostros pálidos, sorprendidos,
incrédulos, calcinados.
Se nos olvida vivir
se desvanece el instante,
las heridas tienen
un cubrebocas sediento.
Despierta,
las trampas de la muerte
tiene los ojos bien abiertos.
Suspira,
aunque sea demasiado tarde
alguien cantará a la deriva.
Vivirá el amor
en un boquete y su rendija
entre paredes podridas,
con el asombro de estar vivos,
seguiremos.
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