Involuntario,
propicio,
la penumbra grita en orfandad.
Decidimos un adverbio
ineludible
en el desencanto.
Profundo,
impasible,
deleznable en el llanto grácil.
Una vez más en la pesadumbre
inmensa,
ignota.
Se ha cansado la tierra
de tanto sudor,
de tanto humo y cenizas.
No soy inmune al dolor,
la tristeza
tiene una sombra muy amarga.
Las horas hieren
porque quieren,
borrando la vehemencia
invisible por vivir.
Ahora no puedo ser optimista,
se cae el corazón
con tanto ruego.
Se pierde la memoria
para no volver jamás,
noches sin aliento
opulentas y falsas.
Somos cobardes,
pálidos en el desencanto,
anhelando asperezas
en un porvenir inefable.
Recolectando resquicios
en el desamparo de un gallinero
que ya no tiene dueño
pues murió el día de ayer.
Entonces hablaré
aliviando el amor
a destiempo.
Guardando la vista
para otros ojos,
adormeciendo la imprudencia
para otro día mejor.
Maquinista Mute.
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