Hubo una noche
en la que el frío
eligió a un poeta.
Lo miró sin mirarlo
tenue,
en silencio y espinos.
No se necesitan palabras,
tampoco la mirada
que borre el recuerdo perdido.
Ya no hay flores en la zarza
es invierno,
la hierba seca
sólo hace nidos.
Verde fué el romero
también el útil tomillo,
las margaritas, violetas y lirios
sin agua son un triste motivo.
La huerta caza a la nieve,
monte y piedras,
sedientos olivos.
Polvorientos
conservan recuerdos,
las rosas adornan
el campo tan frío.
El Dios que amamos
mantiene al ciprés erguido,
a la rivera de blanco,
reconforta con gusto el camino.
En la serranía a lo lejos
se escucha el crujido,
es la primavera que sueña
ser un verso querido.
Cortaré un poco de lavanda,
su fragancia calmará
al almendro vacío.
Hoy es sólo
un puñado de varas,
que sin flores extraña el nido.
Las cosas que amo,
radiantes anuncian
que a la vida no le da frío.
No estés triste
la noche se reconforta,
el poeta siempre
tiene su abrigo.
Él Mute.
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