Estar herido,
arrullo interminable,
la guerra corteja
dejando sacrificios.
Es probable
que desde los desolados aposentos
de una memoria agonizante,
aún recuerdo la tibia mano del amor.
Hagamos un poco de memoria
se escucha bonito,
desoír la vana súplica
de una noche sedienta de remordimiento.
Por qué ceder,
si confieso en una hoguera mis sentidos
el rumor se encargará
del naufragio consumado de un olvido.
Prefiero la tierra caliente,
tiembla el hombre triste en el horizonte
tras el frío de un bosque de eucaliptos.
Mejor escuchar la madrugada
que se apresura a amanecer,
escuchar el ronroneo de su desnudez.
Nada es mejor
que el silencio de una agonía
bendita calma,
cómo un café de mañana.
Es extraño
nadie lo vió,
las miradas vigilan
cada mácula del alba.
Violento el aire que penetra
con cada aroma y esencia de prisa,
que afán de descansar
de la espesa bruma de ayer.
Estar herido,
rechazo llorar en las acequias
de la sabiduría de un buitre
que sonríe en la parte oculta de la luna.
Basta de dramas
y duelos antiguos,
la doctrina de la vida es hermosa,
la fábula de vivir se narra sola.
Narremos la vida y sus secuelas,
después seguirán los años
con toda su refriega,
indeleble recuerdo de tantas batallas.
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