A veces
la vida se desgarra
con una profunda ternura.
Sentimos vergüenza
rabia hasta el fondo de la muerte,
vemos cómo se pudre
la intensidad ajena.
Hace falta tanto amor,
nos endurece el golpeteo
de un sentimiento
que no se anima a arriesgarse.
Somos clientes desesperados
de una metáfora
que es capaz de mentir
para sentirse viva.
Qué importa convivir con uno mismo,
si se acaban las excusas
de una soledad
que nos tiene acostumbrados a respirar.
Pena ajena,
doliente,
grito hundido,
flotante.
Un año más
pronunciando el silencio,
juntando piedras
para qué no salgas.
Tiempo vacío
la noche hundiéndose,
la mirada agrietandose
bajo la tristeza
de una pequeña casa.
Austero aprendí a quererte,
frío y calizo
en el destajo de una ceniza.
Cómo olvidarlo
discreto que es tener la boca vacía,
el desierto en el corazón,
morir tan despacio.
Es cómo un sueño largo
que no recuerdas,
cómo clausurando el amor
antes de partir.
Abriga las penas
que la esperanza
tiene un oxigeno nuevo.
Le he dado de comer
cómo a esa gallina que se escapó,
está ahí, en el campo
queriendo respirar un aire nuevo.
Esperanza es que siga libre,
con la noche y el viento
sin sus lamentos.
Sin el miedo de morir despacio,
morir poco a poco,
a pedazos.
A veces
la vida se desgarra
con una profunda ternura.
Él Mute.
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