El otro,
el poeta,
el que no conocemos.
Permaneciendo en cada hoja,
en cada noche,
en cada historia.
Cómic de su confinamiento,
estéril,
porvenir sensible,
cualquiera.
Algo dijo,
no dijo,
vocablo desnudo
que vuelve con el viento.
Algunos días,
pasado,
páginas que se olvidan
de las consecuencias.
El poeta quiere esculpir promesas,
no muere encima
de nuestra frivolidad.
A veces la poesía tiene insolvencia,
cierra los ojos
solitario,
quiere sentir.
Mutilado,
remendar palabras,
pagando el precio
de la lucidez que ha escogido.
Tiempos de encierro,
verso en un laberinto,
ineluctable.
No se puede esparcir una tarde,
elogiar en la profundidad
de una angustia.
He de prometer una luz irreductible,
ante los escombros
de una noche
que se apaga en lo profundo.
El otro,
el poeta,
el que no conocemos.
El que se asusta
con una mirada,
el que no tiene amigos,
que escribe mientras duermes.
Olvidalo,
pretextos poéticos
que no llegarán jamás.
Conquista
vivir en un sórdido entorno,
endeble,
amanecer inocente en la penumbra.
La tristeza se lo lleva todo
igual a ti,
florece al borde del precipicio,
aflorando en su permanencia.
Invernando en la libertad bastarse,
aquí en el altiplano,
en la frágil quimera.
Seguiremos siendo
un juramento de pandemia,
esa que nos dió tanto miedo
cómo si fuera un poeta desconocido.
El otro,
el poeta,
el que no conocemos.
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