Lejos está el paraíso de casa,
neblina, promesas,
silencios.
El tiempo es testigo
de la devastación de una sombra
que inunda con urgencia.
Siempre con urgencia,
palabras amargas
que llegan tarde.
Es inútil
empeñarse a morir,
el fruto de la vida es inesperado.
Aún con los espasmos vertiginosos
de las mutilaciones y el trauma
la esperanza tiene un amor.
Espera,
siempre espera,
eres el héroe de mis sueños
que siempre perdura.
Infinita felicidad,
vagones vacios
que conducen a la muerte
que sólo envejece.
Tómame el pulso
tal vez el día esté perdido,
desvelos mutuos
ante tantos accidentes.
Soporta la conciencia,
la respiración
tiene frío y pretextos.
Tiene miedo,
deseo y soledad,
la jungla es una resonancia maldita.
Tentación peligrosa
gemir a cada recuerdo
que persigue la noche,
sonríe un poco confusa.
La recompensa
te sacará de la ciénega
bendito amor no renuncies,
nunca el abismo es para siempre.
Cuanto dolor,
esa vocecita
en un reloj de voluntad.
Que la música sane la herida,
consuela al poeta
que apacigua el propósito
sin el daño profundo que nunca se agota.
Quince años,
el espacio resiste,
perfecta es la paciencia de no enojarse,
no morirse.
La vida es una caída con precipicio,
habla callada
que voy a responderte.
Tiempo y espacio,
en eso consiste
mirar a la vida,
olvidar a la muerte.
Nunca más es para siempre.
Miguel Adame Vázquez.
19 de Noviembre
Día Mundial para la Prevencíon del Abuso Sexual Infantil.
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